viernes, 9 de agosto de 2013

El mal de Gaiz: Capitulo 1

~Historia dedicada a mi hermano mayor, quien padece Asperger y Epilepsia~

Tras la 3ª guerra mundial, gracias a la investigación bioquímica, un germen conocido como el germen de Gaiz se había extendido por todo el mundo. Todos aquellos que estaban afectados empezaban a gritar, gritos aterradores que, según decían, podían extender el germen, sin conocer una cura para ello.
David, un adolescente infectado con el mal de Gaiz, estaba mirando a través de su reducida ventana, subido a una tabla de madera que actuaba como cama. Sus padres, no sabían qué hacer con él por lo que estaba encerrado en el sótano de la casa.
De pronto, aporrearon la puerta. Era su padre, quien le exigía limpiar toda la ropa sucia de la casa. Bajó una canasta llena de trapos. Si no estaba listo para la hora de cenar, se quedaría sin el cacho de pan duro que recibía como única comida.
Tras darle dicha orden, cerró la puerta. David oyó varios candados cerrarse y bajó de la tabla de madera para cumplirla. Día tras día lo mismo, limpiar la ropa de su familia para recibir su pedazo de pan.
Iban a dar las 7 de la tarde. David se encontraba perfectamente, pero de repente, su cuerpo no le respondía. Sus manos empezaron a temblar un poco, temblando cada vez más. La ropa que tenia entre sus manos cayó al suelo. Trató de calmarse, pero no había manera. Se acercaba lentamente las manos a la cara, tratando de calmarse de nuevo. Miraba a todas partes nervioso. ¿Qué ocurría? El mal de Gaiz de nuevo. De pronto, un fuerte dolor en el pecho. Se encogió. Le costaba respirar. El dolor se extendía por todo su cuerpo. Soltó un leve grito. Luego otro más fuerte. Y otro más. Para cuando se dio cuenta, estaba soltando desgarradores gritos de dolor. El mismo grito que él producía le estaba dañando sus propios oídos.
Nadie sabía en qué consistía esta enfermedad. ¿Sería simplemente dolor sin sentido? A causa de la 3ª guerra mundial, a nadie le importaba, solo importaba sobrevivir, ya que se había vuelto a una especie de edad media, en todos los sentidos posibles, incluida la medicina.

jueves, 1 de agosto de 2013

Mezcla prohibida || Capítulo 1: Y entonces, se conocieron

Parecía un día cualquiera en la superficie del cielo. Un día normal, con algo de niebla. Un tranquilo día de octubre como otros años. Pero ese día no era normal, ya que era el octavo cumpleaños de Ain, una chica de pelo blanco como las nubes del cielo y ojos rojos como la sangre. Pero Ain, un ángel como cualquier otro, de piel clara y alas blancas y grandes no estaba para nada alegre. Su madre se olvidó de su cumpleaños de nuevo, o eso dijo ella al menos. "No importa" pensó ella. Ya se había acostumbrado a que su madre se olvidase de eventos importantes relacionados con ella. Como todas esas veces que le dijo que vería a su padre, del cual no sabía nada.
La verdad, es que Ain siempre tuvo una baja autoestima, y el que su madre no le hiciese caso no ayudaba. Era tímida, por lo que no tenía amigos en el cielo. Pero sobre todo era muy temerosa. Nunca iba por zonas desconocidas. Era una niña metida en una burbuja que solo lograba asfixiarla, por lo que rompía a llorar con mucha facilidad, sin encontrar nunca el consuelo.
Pero esa noche, todo cambió. Se acostó con lágrimas en los ojos como era normal. "¿Por qué los demás ángeles tienen grandes fiestas y regalos mientras yo los paso sola?" No podía dejar de pensar en ello. Entonces, una voz resonó en su cabeza.
-No estas sola, Ain.
Al oírlo, Ain se asustó. Su primera acción instintiva fue meter la cabeza bajo las sabanas, pensando que sería un fantasma, pero en seguida la sacó, algo temerosa, y buscó con la mirada en la habitación, en busca de la niña que le hablaba.
-¿Dónde estas?- logró preguntar.
-Aquí- respondió la voz infantil, riendo un poco.
-¿Quien eres?- preguntó algo más confiada Ain, bajando de la cama, buscando aun a la niña.
-Soy Dea, una diablesa- contestó la voz orgullosa.
-¿Una diablesa?- temerosa, Ain encendió una vela- Pero eso no es posible, los diablos y demonios no pueden estar en el cielo.
-¿Es que madre no te lo dijo?- Dea parecía algo confusa. Ain negó algo temerosa- Mira en el espejo- tras dudar un poco, Ain se acercó a este.
La vela calló al suelo apagándose. La del espejo no era Ain. Su blanco cabello era carmesí, y sus ojos blancos. Era como si hubiesen decidido cambiarse.
-Esa soy yo, Dea Djävul- dijo entonces la voz orgullosa.
-Pero, entonces... - Ain no sabía lo que ocurría. La del espejo era ella, la única diferencia era el pelo y, bueno, los ojos también. Por lo demás, era ella.
-Si, Ain. Somos hermanas- confesó entonces Dea.
-Eso no es posible- replicó Ain asustada-. ¿Un ángel y un diablo hermanos?
Entonces, la madre de Ain empezó a dar golpes en la pared
-¡Ain, no grites, vete a la cama! ¡y deja de hablar sola!- parecía muy molesta por el simple echo de que Ain estuviese ahí.
No eran imaginaciones suyas. Si su madre no oía a Dea, eso significaba que realmente la voz de esta sonaba en su cabeza.
-Pero yo no me apellido Djävul, sino Ängel- susurró Ain.
-Eso es porque tienes el apellido de madre. ¿Por qué crees que no te deja conocer a padre? Porque él es un diablo, como yo.
-Dea, esto no tiene sentido- Ain parecía algo contrariada y aun hablaba bajo. En unos minutos estaba descubriendo más que en sus 8 años de vida-. Además, ¿por qué apareces ahora?
-¿Qué dices, Ain? Siempre he estado ahí, lo que pasa es que hasta ahora, nuestro octavo cumpleaños, no pude comunicarme contigo.
-¿Por qué?- Ain decidió volver a la cama. Subió a esta y se quedó sentada, apoyada en la pared.
-Creo que hemos madurado lo suficiente como para poder hablar entre nosotras- Ain sonrió.
-A ver si lo he entendido. Tu, Dea, eres mi hermana menor, una diablesa que habla conmigo a través de la telepatía desde el infierno, ¿es así?
-Si, bueno, más o menos
-¿Más o menos? Explícate.
-No estoy en el infierno- su voz tembló un poco.
-¿Dónde estas entonces?
-Soy parte de ti.
Hubo un breve silencio incomodo.
-¿Cómo que parte de mi?- Ain pensó que Dea bromeaba.
-Verás. Tu y yo no debimos nacer. Supongo que ya sabes que los ángeles y los diablos no podemos estar juntos. Entonces, al nacer nosotras, siendo una mezcla, el consejo, formado por ángeles, diablos y otros seres, decidió que o moríamos o compartíamos cuerpo, ya que consideraban peligroso que tu, siendo ángel, tuvieses poderes de diablo y viceversa.
-¿Cómo sabes tu tanto sobre nosotras y yo tan poco?
-No se por qué. Supongo, que al tener tu el cuerpo, mi mente podía viajar con más libertad, permitiéndome acceder a más información.
Ain sonrió.
-Sea como sea, me encanta tener una hermana.
-Y a mi me alegra poder hablar contigo al fin. Se sentía muy sola en tu interior, sin poder hacer nada- Ain se tumbó de lado y se tapó con las mantas.
-Quisiera poder verte en persona, pero seguro que aquí, en el cielo, no sería posible.
-Pues no- Dea rió un poco-, yo no puedo estar en el cielo, igual que tu no puedes estar en el infierno- ambas rieron un poco y siguieron hablando de cosas de niñas hasta que finalmente, se durmieron.

sábado, 5 de enero de 2013

Paseo nocturno

Era un sábado por la noche, y como de costumbre, los jovenes salían de botellón. En los parques no faltaban los jovenes borrachos, que trataban de ligar con el cigarro en una mano y la botella en la otra. Pero como en todo grupo de adolescentes había una pareja que no probaba gota de alcohol ni probaba calada. Semana tras semana, esos dos jovenes se sienten apartados, y no pueden evitar que malgastan su futuro: estudiar durante media vida para poder tener un empleo y comprar cosas para vivir bien, pero, ¿cuándo podrían disfrutar de la vida? Parecía que la única función de esos personajes era ayudarles a llegar a casa sin problemas como accidentes de tráfico, comas etílicos, secuestros o cualquier problema que podría haber.
Se me olvidaba presentar a la pareja. Un chico alto, de pelo moreno claro y ojos castaños, bastante tímido pero realmente muy pícaro, además de un mal estudiante; y una chica bajita de pelo corto negro, con unos ojos azul mar, sin demasiadas curvas, aun más tímida que el joven moreno y algo pervertida, pero una estudiante de notas sobresalientes. Tras acompañar a los "amigos" borrachos a sus respectivas casas, el apuesto joven acompañaba a la chiquilla a su casa, ya que un hombre solo por la calle no corre tanto riesgo como una mujer.
No tardaron demasiado en llegar al hogar de la estudiante. Tras agradecerle la compañía a su amigo, se dispuso a meter la llave en la cerradura para así poder abrir el portal, pero el chico la agarró de la muñeca. Le miró a los ojos con una mirada dulce y a la vez malvada y la alejó del portal dandole un tirón, cogiendola entre sus brazos. Le dio un abrazo fuerte y protector por primera vez desde que se conocieron una de esas noches locas meses antes. Entonces, se separó un poco para verle los ojos de nuevo. Unos preciosos ojos azul marino que le alejaban de las preocupaciones cada vez que los veía.
Sin dudarlo, el joven le besó apasionadamente a la muchacha, quien se sorprendio tanto que no pudo moverse, un largo beso bajo la escasa luz de la luna apenas visible ya que estaba en la última fase decreciente. En cuanto dejó de besarla, la soltó. La chica reaccionó y empezó a llorar con unas pocas lágrimas y le dio una bofetada a su ya no tan amigo. Su llanto se volvió más fuerte y dijo histerica con un hilo de voz:
-Confiaba en ti.... y ahora me besas pensando que te amo- se frotó los ojos con la manga izquierda y continuó con su charla desesperada-. ¿No se te ocurrió que solo pidiendome salir habría aceptado? Todo mi respeto hacia ti se ha esfumado con ese beso- y tras decir esto, abrió la puerta rápido, entró en el portal y subió la escalera corriendo, llorando desesperadamente mientras el muchacho se lamentaba por ese beso que nunca debio dar.
~FIN~

viernes, 4 de enero de 2013

La chica de la ventana

Noche tras noche, Layla se sienta en el ancho alfeizar de la ventana. Observa la luna, que está en cuarto creciente, y le recuerda a una sonrisa maliciosa, una sonrisa que ella nunca tendría.
Oye como un gato callejero maulla en la calle, y no puede resistir la tentación de bajar a ver qué ocurre. Se pone una bata azul sobre su camisón blanco y unas zapatillas de estar en casa con forma de oso polar y baja los 2 pisos hasta llegar a la calle, sin olvidar las llaves.
Llega al portal de su casa, donde hay un silencio sepulcral y con temor, abre la vieja puerta metálica que separaba las casas de la calle.
Fuera del recinto, encuentra un gato perfectamente negro de ojos menta maullando a la luna; Layla no puede evitar soltar una expresión de alivio al ver que no le ocurre nada al felino; pero el gato la oye y, asustado, la ataca.
Sin que nadie pudiera eviarlo, el gato la deja malherida, en el frío suelo de la calle nocturna, sin que nadie oyese sus gritos desesperados de auxilio. Tras eso, el gato de aleja; lentamente, su pelo desaparece, el gato se agranda, hasta volverse un apuesto joven de cabello negro, vestido con ropa victoriana y con orejas de gato suaves y peludas; y mientras se lame las patas llenas de sangre de la joven adolescente, susurra:
-Hasta pronto, Layla
A la mañana siguiente, la joven despierta en su cama, como si nada hubiera ocurrido, como si una maldición la obligase vivir ese día una y otra vez.
~FIN~